Los isamitas ven a la Iglesia Católica como
a un monstruo. O bien como a una cabeza sin cuerpo o, entonces, como a un
cuerpo sin cabeza.
En los pontificados anteriores de Benedicto
y de Juan Pablo, apostaban al cuerpo pero sin la cabeza. ¡Cuánto constatamos
eso en Sucumbíos! Y no solo guillotinaron a los Papas; también a los
Cardenales, al Nuncio, a los Obispo, al Visitador, al Administrador, a la
Conferencia Episcopal…
Y ahora rinden culto a la cabeza… pero no
al cuerpo. Es lo que se desprende de recientes declaraciones de “teólogos” libertarios
como José Marins y Fray Betto, que a menudo encuentran refugio en algún blog de
Isamis:
En la primera carta de San Pablo a los
corintios (12, 12-26), se nos dice: “Hermanos,
así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos
miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también
sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para
formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos
hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro
sino de muchos. Si el pie dijera: "Como no soy mano, no formo parte del
cuerpo", ¿acaso por eso no seguiría siendo parte de él? Y si el oído
dijera: "Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo", ¿acaso
dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el
oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero Dios ha dispuesto a
cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si
todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay muchos
miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: "No
te necesito", ni la cabeza, a los pies: "No tengo necesidad de
ustedes". Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles
también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que
tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con
mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero
Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan,
a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean
mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un
miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría”.
… Pero los isamitas, como los terroristas
del llamado Estado Islámico, exultan cuando ven un cadáver degollado. Su
ideología conflictiva los hace incapaces de admirar un cuerpo íntegro con todos
sus miembros solidarios. No han captado la enseñanza de San Agustín sobre el
Cristo Total. Por eso no son Iglesia: son una secta.
Los católicos de Sucumbíos de ayer, de hoy
y de siempre, decimos: ¡Viva la cabeza y vivan los miembros, viva el Papa y
vivan los fieles! ¡Abajo el sectarismo macabro y viva la Santa Iglesia
Católica!
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