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domingo, 15 de febrero de 2015

Una monja isamita, “defensora” de los indígenas…


 7.02.15
Quaterly Americas es una revista cuatrimestral que publica la Americas Society and Council of Americas, dedicada al análisis de la situación política, económica y de desarrollo social de orientación claramente izquierdista. 
La publicación suele prestar atención a la situación de las comunidades indígenas en el continente americano. En su último número lleva una información sobre el asesinato del líder de una tribu en Brasil a manos de los mafiosos que se dedican a esquilmar el Amazonas. Ivan Theramin fue encontrado el dos de diciembre gravemente herido tras sufrir una paliza que finalmente le produjo la muerte. Este incidente, como tantos otros, viene provocado por el hecho de que la tribu del fallecido vive en una zona que ha sido ilegalmente ocupada por esas mafias.
El problema es que en el texto de la noticia nos encontramos con este párrafo:

La Hermana Laura Manso, coordinadora de la oficina regional del Conselho Indigenista Missionário (Consejo Misionero para Pueblos Indígenas-CIMI), que defiende los pueblos indígenas en Brasil y que expresamente se abstiene de convertirlos al cristianismo, dijo que cada una de las 57 comunidades indígenas de la región está sufriendo invasiones de madereros, mineros y rancheros-y que el gobierno federal no hace nada para detenerlos.
Sí, lo han leído ustedes bien. Una religiosa franciscana coordinadora de una oficina misionera renuncia expresamente a la conversión a la fe cristiana de las comunidades indígenas que tiene a su cargo.
Pues bien, solo cabe calificar a la Hna. Laura Vicuña Pereria Manso -ese es su nombre completo- de auténtica delincuente espiritual. Los mafiosos agreden físicamente a los indígenas. Ella, y los que siguen sus instrucciones, les roban la salvación del alma, que es algo infinitamente más grave.
Que el Consejo Misionero para Pueblos Indígenas denuncie los abusos que sufren los nativos a manos de terroristas vendidos a multinacionales del sector maderero es algo digno de alabanza. Que renuncie expresamente a llevar a Cristo a esos seres humanos es algo que la Iglesia no puede ni debe tolerar. Y el bien que puedan hacer por la denuncia de las agresiones no tapa el irreparable mal que se les provoca al negarles el derecho a aceptar a Cristo como Salvador.
No sé si habrá lugar adecuado en el infierno para acoger a quien traiciona a Dios de esa manera. Tanto la anciana como el niño que acompañan la foto de este post forman parte de esos pueblos a los que Cristo ordenó que se les predicara el evangelio. Tiene derecho a saber que el Señor murió en la cruz por sus pecados  y que pueden ser salvos si creen en Él. Pero, a lo que se ve, su desagracia es tal que no solo ven como les quieren expulsar de sus tierras, sino que son víctimas de los traficantes de almas que tienen la poca vergüenza de llamarse a sí mismos misioneros.
Dado que la Iglesia Católica en Brasil permite esto, solo cabe pedir a Dios que les conceda la gracia de enviarles algún misionero protestante que, aun jugándose la vida, tenga el suficiente amor por esas almas como para llevarles a Cristo.
Mucho me temo que esa es la única salida que les queda, porque si algunos de los movimientos eclesiales católicos que sí predican el evangelio a los hombres quisiera instalarse allá, se le echarían encima como fieras esos falsos misioneros. Y lo harían en nombre de una teología indigenista, ecologista, o cualquier otro “ista” que se les ocurra. Es más, den por hecho que usarían de la autoridad eclesial que tengan para evitar que esos indígenas sean catequizados en la fe católica. Situaciones así son una auténtica vergüenza para la Iglesia Católica. Y nadie hace nada por evitarlo.
Luis Fernando Pérez Bustamante



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