Este
es el final de un largo enfrentamiento entre el movimiento «Wir sind
Kirche» («Somos Iglesia») y el Vaticano.
Y
Mons. Manfred Scheuer, obispo
de Innsbruck, encargado de hacer pública la excomunión -tras
el visto bueno de Roma- ha dicho que la misma no es “una
victoria, sino siempre una derrota para la Iglesia.
Con gran tristeza veo que, hasta ahora, las personas interesadas no
se han retractado".
Ciertamente las
excomuniones no son una victoria para nadie. Son una desgracia. Pero
por muy desgraciadas que sean, a veces no hay más remedio que acudir
a ellas.
Lo hicieron los apóstoles y lo ha hecho la Iglesia durante siglos.
Por mucho dolor que suponga tener que decirle a alguien que está
excomulgado, no olvidemos que en no pocas ocasiones esa medida ha
servido para que el fiel excomulgado vuelva sobre sus pasos, se
arrepienta y vuelva a la comunión eclesial. Ocurrió también en
tiempos de la era apostólica, como da testimonio San Pablo en su
segunda epístola a los corintios, donde cuenta la reconciliación de
un adúltero -se acostaba con la mujer de su padre-.
El
problema con “Somos Iglesia” es que jamás
han sido Iglesia ni nunca han tenido intención de serlo,
por mucho que se pusieran ese nombre. Es decir, desde que “nacieron”
no han dejado de manifestarse pública y pertinazmente contra la fe,
la doctrina y las enseñanzas morales de la Iglesia Católica.
Pretende ser católico negando la fe católica es como querer ser
protestante negando el sola
fide o
el sola
Scriptura y
el libre examen. Algo absurdo.